Empezamos con el episodio piloto,
que duraba casi tres horas, y aunque en EEUU se estrenó íntegramente, para su comercialización
en otros países -como en España- fue dividido en tres partes que vimos como capítulos
1, 2 y 3.
Antes de que termine la conocida
sintonía ya conocemos a Blake Carrington, el asquerosamente rico director
ejecutivo y propietario del 70% de las acciones de la petrolera Denver
Carrington, que va de camino a la oficina en limusina.
Pero antes le pide a su chofer que haga una parada…
Blake está a punto de casarse con
la mujer que ama, Krystle Jennings, una de sus secretarias –y a pesar de las
apariencias, no es para nada una trepa. Aunque la forma de amar del duro magnate es
discutible (por lo que iremos viendo), la rubia quiere realmente al que había
sido su maduro jefe, pero acostumbrarse a su vida como nueva rica y señora de
la mansión la supera. En la fiesta de despedida de soltera con sus amigas y
compañeras de fotocopiadora, sin strippers y con una simple entrega de
regalos –entre los cuales estaba una especie de Kamasutra de los 80 titulado
“The Joy of Sex” y una fusta para cuando
montase a caballo- una de sus mejores amigas llora desconsolada porque ya no
volverán a verla, pero la buena de Krystle la consuela y les asegura a todas
que las invitará a la mansión a menudo. (SPOILER: No, no lo hará).
Una fusta... Por si te apetece practicar sado-maso
La parada de la limusina de Blake
es precisamente allí, pero temiendo por su seguridad entre tanta mujer y empleada,
manda a su chofer para que le entregue un regalo que deja por los suelos los de
las susodichas y pobretonas amigas, que de pronto adquieren una tonalidad de
piel verde envidia que ni Hulk en sus mejores tiempos.
¡Verde verde, que te quiero verde!
Pero todo ese amor de altos vuelos se ve ensombrecido por
los celos, los de Blake, porque sabiendo que su futura
esposa había tenido una relación con un geólogo de la compañía llamado Matthew
Blaisdel se había ocupado de tenerlo ídem a miles de kilómetros de Denver,
trabajando en un país árabe. Todo se viene abajo cuando se produce un golpe de
estado en ese país, los pozos petrolíferos son nacionalizados y todos los
empleados americanos son devueltos a los EE.UU. Como es de supone al gran jefe no le hace ninguna
gracia que Matthew vuelva justo antes de su boda y pueda levantarle a la novia. “¡Haz que derriben el avión!” le
comenta con seriedad a su abogado, que tiene que preguntarle “¿Es una broma no?”
Antes de llegar a Denver, en el avión de transbordo desde
Nueva York, Matthew se encuentra casualmente con Steven Carrington, el hijo de
Blake, que ha pasado los últimos años estudiando en la ciudad, y que como si de Melendi
se tratara se ha bebido todas las existencias de whisky de primera clase. Todo
porque su queridísimo padre no se ha molestado en invitarle personalmente a su
boda y se ha limitado a enviarle una invitación por correo. Harto de aguantar al borrachuzo y haciéndoles un favor a las azafatas,
Matthew lo deja K.O de un puñetazo.
¡Toma, para que se te pase el resacón!
Para cuando aterrizan en Denver, a Steven se le ha pasado de golpe la
tontería y muy generosamente le ofrece a Matthew transporte en la limusina
de su padre… ¡Ingenuo! Resulta que el lujoso vehículo viene a recoger precisamente a Matthew
y Steven se ve obligado a coger un taxi. Esa muestra de desprecio hacia Steven tiene una clara
intención: Blake quiere ver cuanto antes a Matthew en
su despacho, casualmente a la misma hora que Krystle se pasa por allí. Todo para
ver con sus propios ojos cómo reaccionan los dos examantes al cruzarse nuevamente
cara a cara.
¡¡¿Pero tu no estabas en Kuwait?!!
Krystle, que sería rubia pero no tonta –al menos en aquel primer episodio- se huele la jugarreta de Blake y no se la toma nada bien, así que cuando llega a la mansión no tiene el hornito para los preparativos de la boda. Pero allí le espera
"Bajahumetor" Antes y Después. ¡Resultados garantizados!
Cuando Blake llega a casa ve que Krystle ha llamado un taxi
tras el numerito de la oficina, necesita tiempo para pensar antes de casarse
con él, si es que lo hace, y como todo lo que hay allí pertenece a la Denver
Carrington, incluido su coche, allí lo deja. Eso sí, nada le impide irse con el
abrigo de pieles –que dudo mucho que lo pagase con su sueldo de
secretaria. Está visto que los taxistas de Denver viven muy bien gracias a los
Carrington, pero la vida de un magnate multimillonario del petróleo es dura… “¿Le pongo un whisky?” pregunta el
mayordomo Joseph a su amo. “Mejor tres, uno por
cada jaqueca” le responde Blake.
El abrigo me lo llevo... ¡Que hace una rasca!
Pero Krystle no es el único problema para Blake, que sus hijos son de todo menos modélicos y aunque de
momento pasa de Steven, su hija mimada Fallon volvía a casa para
la boda tras pasarse por la piedra a todos los hombres que le apetecían,
incluido un atractivo jugador de futbol en Grecia. Y para que no lo echase de
menos ya tenía allí a un voluntarioso sustituto: el descarado chofer de su
padre, Michael. Fallon acaba empapada… y no precisamente ante las insinuaciones
de Michael, sino porque su caballo la tira al río. Paseando por el largo camino
hacia la mansión, Blake le confiesa a Fallon que le gustaría que sentase la vagina
cabeza, insinuándole cuanto le complacería que se echase un novio como Jeff
Colby, el sobrino de su mayor rival y “amigo” Cecil Colby. “¿Ya has
negociado el precio de la novia? ¿Que te van a dar por mi, dinero o un paquete
de acciones?” replica la deslenguada Fallon, pensando acertadamente que más
que un noviazgo esa propuesta le parece una fusión de empresas porque “ColbyCo es tan grande que hace que la
Denver Carrington parezca una gasolinera”.
Papá me siento como si me estuvieses vendiendo al harén
del jeque por un barril de petróleo y una caja de puros.
Recordándonos que el título de
la serie es “Dinastía”, Fallon le sugiere que siga la línea natural de sucesión
y que sea su hermano Steven quien se ocupe de perpetuar el legado petrolífero
de los Carrington, pero Blake no lo considera el heredero adecuado. Fallon no se rinde y le hace ver que en última
instancia le queda Krystle, que le dará “buenos cachorros”. Un comentario que no
le hace la menor gracia a Blake, exigiendole respeto hacia su futura
mujer. Fallon, con un complejo de Elektra de manual, se marcha cabalgando y se lanza a los brazos del chofer en el garaje.
Y es que Fallon no iba demasiado desencaminada, porque “el tiempo
para pensar” que necesitaba Krystle lo ocupa sin perder un segundo en un
encuentro con Matthew en medio de las montañas, (como si no hubiese un bar para hacerlo). Krystle le pregunta si todavía la quiere y él le miente, diciendo que
no. Porque aunque no se hubiese mencionado antes resulta que el adultero Matthew tiene una
esposa y una hija, y parece dispuesto a recuperarlas aunque su mujer Claudia
haya pasado los últimos meses internada en un psiquiátrico y su hija
adolescente Lindsay sea insoportable desde el primer minuto que la
vemos. Cuando Matthew no encuentra a Claudia en el sanatorio lo primero que
piensa Lindsay es que la loca se ha escapado –¡eso es amor filial!- pero en
realidad es que le han dado el alta. Finalmente la encuentran en el bar donde
trabaja como camarera y Matthew la convence para que vuelva a casa. ¡¡¡Mal hecho
Claudia, acabarás de vuelta en el manicomio!!!
Los Blaisdel: una familia feliz
Para
mantener a su familia Matthew va a tener que trabajar más para la Denver
Carrington, pero justo entonces llega un viejo amigo llamado Walter que quiere convencerle para que se asocie con él en la explotación de un pozo petrolífero por
el que Blake también está interesado y que hará suyo si
Walter no encuentra ayuda para pagar sus deudas. Evidentemente a Blake no le hace
ninguna gracia, vale que Matthew quiera quitarle a su mujer, pero que encima le
quite el petróleo ¡Eso si que no!
Esa noche Fallon no disimula su alegría por no tener que compartir la mesa con Krystle durante la cena, por cierto, una mesa exageradamente grande para tres. Harto, no de comida sino de los comentarios de Fallon, Blake no tarda en levantarse.
Esa noche Fallon no disimula su alegría por no tener que compartir la mesa con Krystle durante la cena, por cierto, una mesa exageradamente grande para tres. Harto, no de comida sino de los comentarios de Fallon, Blake no tarda en levantarse.
¡Pápaaaaaaaaaaaaaaa, pásameeee el paaaaaan!
"Creo que sufrió un daño
mental irreversible por respirar demasiado perfume barato” opina Fallon,
a lo que Steven responde pidiéndole que le de una oportunidad a Krystle de
demostrar sus “buenas cualidades”. “Las tiene un perro de caza pero no querría
que mi padre se casase con uno” contesta ella con esa inigualable lengua
viperina que la convertía desde el primer episodio en nuestro personaje
favorito. Otra cosa que Steven desearía es que su padre se dignase a hablar con
él… ¡Pues sigue esperando, porque cuando lo haga no va a ser muy agradable
Stevie!
Blake
no se ha ido a la cama sin cenar. Dispuesto a recuperar a Krystle sin más dilación sabe
que no hay mejor forma de conquistar el corazón de una mujer que… ¡comprarle
todos los ramos de una floristería y metérselos en el comedor de su pequeño
apartamento para que no pueda dar un paso!
¡¿Y ahora donde como?!
Y aunque se diga que el estómago es
la mejor forma de conquistar a un hombre, Blake debe pensar que es válido
también en el caso de una mujer de clase trabajadora porque la invita a cenar.
Eso sí, la humilde Krystle insiste en que sea en un lugar barato, una manera
sutil de decirle que el dinero no lo es todo. Un intento inútil, porque Blake
está demasiado acostumbrado a que le salga el dinero por las orejas y aunque la
complace llevándola a un chino, es uno de San Francisco, al que llegan… ¡¡¡en
su jet privado!!! ¡Eso sí, la cuenta no llega ni a 20 dólares! Al final el plan
le funciona, porque antes de que el avión aterrice en Denver, Krystle ya está
decidida a casarse con el derrochón de Blake e incluso a firmar un acuerdo
prematrimonial.
Decapitando a la novia de papá con mucha dulzura
Es precisamente
en esa firma donde Fallon vuelve a brillar con su sentido del humor, tras robar
la figura de azúcar de los novios de la tarta nupcial para decapitar de un
mordisco a la novia y casi provocarle un infarto a la marica mala al organizador. Andrew, el
abogado de la familia –aunque Fallon prefiera usar el italiano y llamarle “el
consigliere de papá”- interrumpe los últimos arreglos de Krystle para que firme
el acuerdo premarital. Fallon decide sacar de su ignorancia a Krystle con su
particular estilo “es una especie de
divorcio de un rico por adelantado”. Cuando Krystle titubea antes de
firmar, Fallon sentencia “es como leer la
Biblia, no trajiste nada a este mundo y es seguro que no podrás llevarte nada”. Suficiente para que Andrew le pida
amablemente que salga de allí, antes de que empiece a estrangularla.
"Yo de tí lo firmaría porque si no no habrá ninguna boda"
Minutos
antes de la ceremonia, Blake decide tener por fin esa charla pendiente con Steven. Le
dice claramente que lleva viviendo a la sopa boba desde hace
demasiado tiempo y quiere que de salida a todos esos conocimientos adquiridos en la
universidad trabajando en la Denver Carrington. Pero Steven no es que no
quiera trabajar, es que no está a favor de las grandes compañías petrolíferas
que estrangulan a los consumidores y venden al país (y dan cargos a ex políticos,
se podría añadir). Blake se defiende como
un tertuliano de Interconomia hablando de Podemos de esas acusaciones y le
suelta que no acepta lecciones de moralidad de un homosexual.
En realidad es
muy sutil y aunque sorprendentemente no le llama “maricón” la sorpresa de Steven es mayúscula porque se
queda sin palabras al verse sacado del armario. Blake se reblandece un poco,
pero sigue haciendo gala de su retrograda homofobia cuando le promete que le
ayudará a superar ese “sucio asunto” como si fuese un sarampión. Entonces es
Steven el que saca su orgullo gay para responderle que no quiere cambiar ni
“rehacer” su vida. Eso saca de sus casillas a Blake, que echa mano del sarcasmo
y exclama que es una lástima que la Asociación Americana de Psiquiatría ya no
considere la homosexualidad como una enfermedad… “Podría haber creado una fundación: el Instituto Steven Carrington para
el tratamiento y estudio de los maricones”… ¡Ya nos extrañaba que tardase
tanto en soltar la palabra! Y como tampoco quiere llegar tarde a su boda, se
marcha dejando a Steven a solas con sus pensamientos.
A
diferencia de lo que suelen ser las bodas en series como esta, la ceremonia es
preciosa y transcurre sin ningún problema (SPOILER: Que no se acostumbren,
porque habrá más bodas y serán de lo más moviditas).
Mientras los invitados hacen fila para felicitar a los novios, Fallon sigue empeñada en que Krystle conozca mejor a los amigos y conocidos de papá: “Ese es Bradley Milburn, mató a su mujer hace tres años, la estranguló con sus propias medias. Costó medio millón que saliera libre”. Podéis imaginar la cara de Krystle cuando el susodicho le planta un beso en la mejilla. La que no le hace ningún asco a los besos de los jugadores del equipo de futbol de Blake es Fallon, que se deja morrear efusivamente por los tres, uno detrás de otro, ante una sorprendida Krystle. Finalmente conocemos a los mencionados Cecil Colby y su sobrino Jeff, que tiene la pinta de ser todo un cretino. En cuanto puede, Fallon se libra de él y su aburrida chachara para jugar una partida de billar con su tío, que le parece mucho más interesante.
Mientras los invitados hacen fila para felicitar a los novios, Fallon sigue empeñada en que Krystle conozca mejor a los amigos y conocidos de papá: “Ese es Bradley Milburn, mató a su mujer hace tres años, la estranguló con sus propias medias. Costó medio millón que saliera libre”. Podéis imaginar la cara de Krystle cuando el susodicho le planta un beso en la mejilla. La que no le hace ningún asco a los besos de los jugadores del equipo de futbol de Blake es Fallon, que se deja morrear efusivamente por los tres, uno detrás de otro, ante una sorprendida Krystle. Finalmente conocemos a los mencionados Cecil Colby y su sobrino Jeff, que tiene la pinta de ser todo un cretino. En cuanto puede, Fallon se libra de él y su aburrida chachara para jugar una partida de billar con su tío, que le parece mucho más interesante.
A Cecil se le cae la
baba viéndola y le dice que la ve dirigiendo la Denver Carrington
algún día, pero Fallon le informa de una regla no escrita en la empresa de su
padre: “en los puestos de responsabilidad
no hay negros, ni judíos, ni esquimales, ni… mujeres”. Tanta conversación
y adulación excita a Fallon, que decide cambiarse de ropa para irse con él a otro lugar más
tranquilo. Cuando el chofer la espera desnudo en su bañera con una botella de
champan y la invita a meterse dentro, a Fallon no le viene en gusto, así que cuando el empleado le hace chantaje Michael está a puntito de tragarse toda el
agua de la bañera por su atrevimiento… ¡Con Fallon Carrington no se juega!
Mientras
los ricos se divierten, los pobres tienen que hacerse la comida. Y Claudia no
solo tiene que recoger los platos sucios y recoger toda la casa, encima tiene
que lidiar con una torpe e irritante hija en la edad del pavo que no deja de llamarla “señora”
y un marido que en vez de tratarla como a una esposa le tiene compasión. Así
que cuando dos testigos de Jehova llaman a su puerta insistentemente para
preguntarle “¿Sabe dónde va a pasar la
eternidad? ¿Cómo sabe que no va a ir al infierno?” aplaudimos su respuesta:
“¡Porque yo ya he estado allí!” antes
de darles con la puerta en las narices.
Señores de Jazztel ¡Cuidado con molestar a Claudia!
¡Ekkkkkks que asco! ¡Que yo no me caso!
Justo
cuando Blake y Krystle están a punto de marcharse en su luna de miel con el
tradicional lanzamiento del ramo de novia –que recoge Fallon pero lo rechaza
como si fuese un gato muerto para tirarselo a Steven, con la consiguiente mofa y befa de los invitados- Walter se cuela
en la mansión, furioso porque sabe que Blake ha saboteado su pozo y uno de sus
trabajadores está en el hospital. Pero colarse en una mansión y en medio de una
boda como esa es toda una provocación, así que los guardias de seguridad le
echan encima a los dobberman, que le atacan ante las miradas horrorizadas de
Krystle y el resto de invitados.
Señores de Jazztel ¡Cuidado con colarse en la mansión Carrington!
Y por si sus dentelladas no son suficiente
castigo, los hombres de Blake le dan una paliza en el garaje. Menos mal que
Steven avisa a Matthew por teléfono y este llega a tiempo de detenerlos. Blake
interviene, dispuesto a comprar el pozo, pero cuando Walter está a punto de
acceder, Matthew le hace cambiar de opinión y deja la Denver Carrington para convertirse en su socio,
diciéndole a Blake que a partir de ahora deberá excavar sus pozos él mismo “y reventar”. Krystle aparece en ese momento y Matthew le
desea que sea muy feliz, pero Blake le asegura que será él, como su nuevo esposo, quien le dará esa
felicidad. ¿De verdad?
CONTINUARÁ…
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