domingo, 30 de noviembre de 2014

Episodio 3: La cena de los idiotas

Muy mal tiene que estar la Denver Carrington para que Blake siente en su kilométrica mesa a unos pobretones como Walter y su ex empleado y rival Matthew. Pero Carrington se traga el orgullo y les invita formalmente a una cena de gala en su mansión a la que asistirán los hombres más poderosos de la industria petrolífera. 

Los sobres de Barcenas, versión 1980


La reacción de los dos socios es muy diferente, y aunque Walter no olvida que no hace tanto le tiró a los perros parece encantado, mientras que a Matthew no le hace ninguna gracia. Claudia piensa que no quiere ir por temor a que ella vuelva a perder una tuerca y le avergüence en público, algo muy exagerado desde que Claudia se toma la medicación. Si puede convivir con su insoportable hija Lindsay sin perder la cabeza, seguro que puede asistir a una cena sin lanzar los platos como si fuesen frisbees (SPOILER: Eso lo hará otra de las protagonistas en el futuro).

 "Tranqui cariño, prometo no ponerme a bailar encima de la mesa"


Lo que en realidad incomoda a Matthew es que si va a la mansión volverá a ver a su amada Krystle y sabe que en realidad lo que Blake pretende es echar “la garra” a sus concesiones petrolíferas. 

Pero mientras Matthew se calienta la cabeza con ese reencuentro, Krystle ni se acuerda de él, debe enfrentarse a las duras obligaciones de ser la Sra. Carrington… como una renovación completa de todo su vestuario que le detalla un tal Beaumont con un acento francés de la escuela de Pierre Nodoyuna. Como Krystle todavía piensa como la secretaria de Ohio que hasta hace poco ha sido, lo que menos le importa son los vestidos, lo que le preocupa es el coste total de todo eso y se atreve a preguntarlo.

 "¡¡¡100.000 dólares!!! ¡¡¡Me espero a las rebajas!!!"

Escandalizada por semejante derroche le pide a Beaumont que vuelva en otro momento porque quiere hablarlo con su marido. Siempre pendiente de todo lo que pasa en las 48 habitaciones de la mansión, Fallon se cuela en la habitación de Krystle para darle a la inculta de su madrastra otra de sus lecciones sobre como funcionan los ricos en época de crisis, lo suficiente para evitar que se ponga en ridículo y se burlen de ella… y de rebote su padre. En resumen, según Fallon, los pobres son pobres porque no consumen (¿eing?) y el juego tiene un nombre: “millón de dólares tirado al mar”. Para la gran cena, Blake espera a gente muy importante (y muy chismosa) y por todo lo que vean –el banquete, el servicio o como visten su mujer e hija- conocerán el estado de su fortuna y decidirán si deben ayudarle. Krystle entiende el mensaje, así que ya sabéis lo que hay que hacer para salir de la crisis… ¡Que alguien se lo cuente a Rajoy… y a la Merkel!

 ¡Aprende Krystle: antes muerta, que pobre!

Krystle se queda más ancha que larga, y en pleno subidón de ricachona hasta pone en su sitio al estirado mayordomo Joseph, modificando la posición en la mesa de los Blaisdel y amenazándole con un despido por ser un impertinente, pero luego le felicita por su trabajo… Una de cal y otra de arena, tal y como su amantísimo esposo le enseñó en el episodio anterior. Blake está encantado con sus progresos y le regala un collar de esmeraldas para la cena que hará que se le atraganten algunas cenas venideras. 

"¡¡La Hos... Cuando las vea Doris se va a poner más verde que estos pedruscos!!"

 
  En la cena Walter se lo pasa de miedo sintiéndose uno más entre todos esos magnates, pero por la cara que pone Matthew, preferiría estar en “un banquete de caníbales” antes que allí, rodeado de todas esas hienas riéndose con sus malos chistes. Claudia se da cuenta de que Matthew no le quita los ojos de encima a Krystle y cansada de sentirse como un jarrón más de la mansión decide aislarse en la habitación más cercana, que es la biblioteca, donde Steven, ajeno al “zoológico de millonarios”, pasa el rato aumentando sus dioptrías mientras lee a la luz del fuego de la chimenea. Steven le pregunta a Claudia “¿Todos los locos están en el manicomio o la mayoría de los locos pretenden ser políticos o psiquiatras?” 

 Te estoy llamando loca... pero de buen rollo ¿eh?

Como Claudia ha pasado una temporada en un sanatorio mental debe ser la persona ideal para preguntárselo. Pero ella no se ofende, incluso le parece encantador que Steven diga las cosas de forma tan abierta. Para arreglarlo, Steven la convence de que ser una perturbada no es tan malo y “está en buena compañía” recordándole a otros célebres locos como Nijinski o Dostoievsky. En ese momento de curiosa comunión entre “personas especiales” Steven le regala un libro de Emily Dickinson, que siempre es mejor que una camiseta que diga “Fui a la mansión de mi amigo gay y solo me traje esta camiseta”.

En la fiesta que se celebra tras la cena, Cecil asegura a Blake que le hará un “préstamo de buena voluntad” como símbolo de su amistad y ante la perspectiva de ser consuegros muy pronto. 

Jeff persiguiendo patéticamente a Fallon toda la noche

Fallon está hasta el moño de Jeff, pegado a ella toda la noche con sus aburridos comentarios y aunque lleva un vestido rojo muy ventilado, tan abierto por la espalda que casi enseña donde la misma pierde su nombre, necesita “Tomar aire, ¡MUCHO AIRE!”pero Cecil le baja los humos y le recuerda su pacto.

"¡Tienes la espalda bien ventilada, 
así que menos aires y más sobrino!"

Como la niña rica que es, y siendo sábado noche, sugiere coger el jet de papá para irse de juerga a Nueva Orleans, pero Jeff le dice que tiene que ir a trabajar el lunes. “¡Pues trabaja el martes!” le contesta Fallon sin lograr convencer al sosainas. Al final acaban divirtiendose un poco más cerca… en el jardín de la mansión. Para poder soportarle, Fallon se fuma un porro con él. Jeff está escandalizado por si les ven, pero ella le tranquiliza: “No temas, tengo de sobra para todos”. Histérico, Jeff le detalla todos los males de la marihuana, y aunque no lo diga, Fallon está deseando ahogarle en la fuente que tienen a su espalda, pero se limita a pedirle que de una calada (a ver si así se calla un poquito).

Amparo, ¿tas fumaó un porro?

No muy lejos de allí, Krystle le enseña los jardines de la mansión a Matthew, intentando convencerle para que le venda su pozo a Blake después de que este le dijese que era lo que más le convenía. Pero Matthew se lo toma muy mal y le pregunta si se ha convertido en una puta para Blake. 

Bienvenidos al burdel Carrington

Una dolida Krystle se sorprende de que la odie tanto, pero Matthew todavía la deja más patidifusa cuando le confiesa que no la odia, la ama… desde siempre. Krystle no puede creer que le mintiese antes de la boda y no le diese la oportunidad de elegir. “No soy una niña Matthew, soy una mujer, y tengo derecho a tomar mis propias decisiones” le suelta Krystle sin darse cuenta de que Fallon lo ha escuchado todo detrás de unos arbolillos y el pelmazo de Jeff está todavía más irritante, riéndose por el subidón de la hierba.

Matthew vuelve a la fiesta para despedirse de todos y para llevarse a Walter del brazo antes de que firme lo que no debe, dejando claro a todos que no piensa venderles nada. Cuando Cecil le dice a Blake que espera que cosas como esa no se conviertan en una epidemia, el magnate le asegura que no va a parar hasta que haya hundido a Matthew.

Blake, te acaban de mandar a la mierda...

 
Naked Pool Party! ¡Ahora si que estamos fresquitos!
Justo en ese momento Joseph tiene un problema que solo la señora de la casa puede resolver: los emporrados Fallon y Jeff se están bañando completamente desnudos en la piscina, riéndose como dos críos. Krystle les ordena que salgan del agua y Fallon se lo toma a cachondeo “¡¡¡Oh, oh, deprisa niños es la dama del orfanato!!!” Cuando Krystle amenaza con decírselo a su padre, Fallon sale y le planta cara. “No creo que hayas estado muy discreta” le recrimina Krystle. Justo lo que Fallon esperaba para escupirle todo su veneno recitando las frases que acaba de escuchar en boca de Krystle y Matthew, no piensa recibir sermones de una mujer a la que su ex amante le acaba de confesar su amor eterno en la casa de su marido.

 "¡Chupaté esa Doña Hipócrita!"

CONTINUARÁ...

sábado, 22 de noviembre de 2014

Episodio 2: Luna de hiel



Retomando la acción poco tiempo después del episodio piloto, teníamos a los recién casados Blake y Krystle Carrington disfrutando de su luna de miel, volando de Hawaii a Tahiti en su avión privado, cuando Blake recibe una llamada urgente a bordo del “consegliere” Andrew. La situación en Oriente Medio se ha complicado y aunque Blake le prometió a Krystle seis semanas de relax, se ven obligados a regresar a Denver. Tiene gracia que en cuanto llegan a la mansión Krystle diga “¡Todo me parece más grande de lo que lo recordaba!” cuando de hecho todo era más pequeño que en el episodio piloto (porque ya era un decorado y no la auténtica mansión Filoli). 

¡Bonito souvenir Krystle! ¿Se lo has robado a alguna tribu?

Denver Carrington tiene demasiado capital invertido en ese país, incluyendo seis petroleros y Krystle se ofrece generosamente para ayudarle ¡como si una secretaria pudiese acabar con un golpe de estado en Oriente cual Rambo de oficina! Pero a su imparable y devota hija Fallon no hay quien la pare, así que tras enterarse de los problemas de Blake colándose en la reunión a puerta cerrada, dispuesta a hacer lo que sea necesario para ayudarle, le sugiere que invite a Matthew Blaisdel para convencerle de que le venda los derechos del pozo que explota con Walter. Blake se da cuenta de que no es tan mala idea, pero Andrew ve más allá de las “buenas intenciones” de Fallon y sabe que lo ha sugerido para que Krystle se sienta incomoda. “Muchas niñas se dan cuenta al cumplir los 6 años de que no pueden crecer y casarse con sus padres” le suelta el abogado antes de interceptar el bofetón de Fallon.


A Krystle no le hace ninguna gracia que Blake invite a Matthew y Walter a la mansión y cree que lo hace para violentarla. Pero no es el único problema de Krystle, porque es difícil convertirse en la señora de la mansión cuando el mayordomo Joseph se encarga de todo y el personal de servicio solo sigue sus instrucciones, pasando olímpicamente de las suyas. “Los hijos son tuyos, la casa es tuya, los criados son tuyos…” se queja ella. Krystle no es una chivata, pero Blake intuye que algo va mal y cuando se entera saca a todo el servicio de la cama y los hace formar en la cocina como si de repente le poseyese el espíritu de Eissenhower para ponerles a caldo.

 De todos estos, solo Jeanette aguantará las 9 temporadas en el puesto  

"Este es Michael, es ambicioso, escucha todas las conversaciones aunque no le importen… Gerald aumenta todas las facturas… Jeanette olvida las instrucciones… la Sra. Gunnerson tiene varios parientes que comen a expensas mías…” va explicándole Blake a su mujer pasando revista, para al final recordarles que Krystle no es prescindible en la casa… a diferencia de todos ellos. Y para demostrárselo despide allí mismo al jardinero por no llevar flores al dormitorio como le había pedido Krystle. Ella está avergonzada, no quería que nadie acabase en la cola del paro, pero Blake le da una de esas lecciones del modus-operandi de los ricos –ahora ya sabemos de quién aprendió Fallon esa costumbre-  y le asegura que Joseph irá a verle al día siguiente para suplicarle que lo readmita y Blake se lo concederá generosamente. El resto del servicio pensará que aunque es un tío duro, es justo, y aquí paz y después gloria. ¡Ve aprendiendo Krystle, esta es tu nueva y maravillosa vida como Carrington!

La vida de los pobretones Blaisdel tampoco es que sea mucho mejor. Matthew le regala un coche a Claudia, pero no se ve preparada para volver a conducir (y en el final de temporada se comprobará que tenía toda la razón). 



¿Se pisa primero el embrague o el acelerador?

Algo tan simple les lleva a una nueva discusión y Claudia le obliga a admitir que lo que le pasa es que no le gusta estar casado con alguien que ha pasado por un psiquiátrico. Al final Claudia supera su miedo a conducir y se presenta en el pozo de Matthew para comer juntos, pero su marido no está y se cruza allí con Steven Carrington. Los dos marginados se caen bien inmediatamente y Claudia acaba regalándole un sándwich a Steven, dispuesto a demostrar a su padre que puede trabajar y ensuciarse las manos sin las ventajas de ser el hijo de Blake Carrington.

 Soy Steven, no me mires tanto, que soy gay

Steven se dirige al bar donde Matthew, Walter y sus trabajadores se han reunido. Matthew quiere convencer a todos para que sigan trabajando en el pozo aunque no pueda pagarles todavía (¡y eso que no es un sucio capitalista como Blake!). Cuando los trabajadores se hacen los remolones, Steven da un paso adelante y se ofrece a trabajar para él. Al parecer en Denver no te ganas el respeto de un empresario mal pagador si no te partes la cara con otro, así que Steven se lía a puñetazos y acaba con el culo pateado. 


 ¡Felicidades Steven, tienes un trabajo mal pagado... 
y una cara nueva!

Al menos consigue el trabajo… si, ese donde no va a cobrar de momento… ¡Un buen negocio, seguro que tu padre estaría orgulloso de ti! Cuando Steven se lo comunica a Blake, este no se lo toma demasiado bien y vuelve a cuestionarle delante de Krystle, que empieza a darse cuenta de que su amado esposo no es tan amoroso como ella creía. 

Enterada ya de que su padre tiene graves apuros, Fallon decide acudir al hombre que más le recuerda a Blake y el único que puede ayudarle: Cecil Colby, que evidentemente no se fue a dar un simple paseo en coche con ella tras la boda y acabaron en posición horizontal. Por eso ahora Fallon no tiene ningún interés por el chofer Michael, que harto de ser rechazado le dice que la próxima vez que vaya a buscarle para “calentarle” es posible que no le encuentre. Cecil reconoce que disfrutó mucho de su “paseo” pero no tiene ninguna intención de seguir con esa relación, ni mucho menos casarse con ella. De hecho lo que quiere es que Fallon se case con su sobrino “nuestra versión del Príncipe de Gales” como lo describe Cecil. El regalo de boda sería la salvación económica para Blake, pero Fallon se resiste. “¡Cuando me case quiero hacerlo con un hombre que me haga vibrar!” exclama la joven acostumbrada a llevarse a todo el equipo de futbol de su padre al catre. Pero Cecil insiste en que es lo mejor para las personas que quieren, para Blake y para Jeff, que nunca descubrirán ese trato (SPOILER: Esperad solo unos episodios y veréis como sí). Cuando Fallon le plantea que podría cambiar de opinión más adelante, Cecil se lo deja muy claro: “Digamos que, a mi edad, la venganza es tan dulce como es sexo”.  

Sellando el pacto de la "boa" con una boa (la que le 
cuelga de los hombros, no Cecil).

Suficiente para que Fallon selle el pacto mefistofélico con un apretón de manos antes de que el CONTINUARÁ… se sobreimpresione sobre su bonita cara.

 


domingo, 16 de noviembre de 2014

Episodio 1: El petróleo es más espeso que la sangre

Empezamos con el episodio piloto, que duraba casi tres horas, y aunque en EEUU se estrenó íntegramente, para su comercialización en otros países -como en España- fue dividido en tres partes que vimos como capítulos 1, 2 y 3.   


Antes de que termine la conocida sintonía ya conocemos a Blake Carrington, el asquerosamente rico director ejecutivo y propietario del 70% de las acciones de la petrolera Denver Carrington, que va de camino a la oficina en limusina.  Pero antes le pide a su chofer que haga una parada… 

Blake está a punto de casarse con la mujer que ama, Krystle Jennings, una de sus secretarias –y a pesar de las apariencias, no es para nada una trepa. Aunque la forma de amar del duro magnate es discutible (por lo que iremos viendo), la rubia quiere realmente al que había sido su maduro jefe, pero acostumbrarse a su vida como nueva rica y señora de la mansión la supera. En la fiesta de despedida de soltera con sus amigas y compañeras de fotocopiadora, sin strippers y con una simple entrega de regalos –entre los cuales estaba una especie de Kamasutra de los 80 titulado “The Joy of Sex” y una fusta para cuando montase a caballo- una de sus mejores amigas llora desconsolada porque ya no volverán a verla, pero la buena de Krystle la consuela y les asegura a todas que las invitará a la mansión a menudo. (SPOILER: No, no lo hará). 

 Una fusta... Por si te apetece practicar sado-maso

La parada de la limusina de Blake es precisamente allí, pero temiendo por su seguridad entre tanta mujer y empleada, manda a su chofer para que le entregue un regalo que deja por los suelos los de las susodichas y pobretonas amigas, que de pronto adquieren una tonalidad de piel verde envidia que ni Hulk en sus mejores tiempos.


¡Verde verde, que te quiero verde!

Pero todo ese amor de altos vuelos se ve ensombrecido por los celos, los de Blake, porque sabiendo que su futura esposa había tenido una relación con un geólogo de la compañía llamado Matthew Blaisdel se había ocupado de tenerlo ídem a miles de kilómetros de Denver, trabajando en un país árabe. Todo se viene abajo cuando se produce un golpe de estado en ese país, los pozos petrolíferos son nacionalizados y todos los empleados americanos son devueltos a los EE.UU.  Como es de supone al gran jefe no le hace ninguna gracia que Matthew vuelva justo antes de su boda y pueda levantarle a la novia. “¡Haz que derriben el avión!” le comenta con seriedad a su abogado, que tiene que preguntarle “¿Es una broma no?”

Antes de llegar a Denver, en el avión de transbordo desde Nueva York, Matthew se encuentra casualmente con Steven Carrington, el hijo de Blake, que ha pasado los últimos años estudiando en la ciudad, y que como si de Melendi se tratara se ha bebido todas las existencias de whisky de primera clase. Todo porque su queridísimo padre no se ha molestado en invitarle personalmente a su boda y se ha limitado a enviarle una invitación por correo. Harto de aguantar al borrachuzo y haciéndoles un favor a las azafatas, Matthew lo deja K.O de un puñetazo. 

¡Toma, para que se te pase el resacón!

Para cuando aterrizan en Denver, a Steven se le ha pasado de golpe la tontería y muy generosamente le ofrece a Matthew transporte en la limusina de su padre… ¡Ingenuo! Resulta que el lujoso vehículo viene a recoger precisamente a Matthew y Steven se ve obligado a coger un taxi. Esa muestra de desprecio hacia Steven tiene una clara intención: Blake quiere ver cuanto antes a Matthew en su despacho, casualmente a la misma hora que Krystle se pasa por allí. Todo para ver con sus propios ojos cómo reaccionan los dos examantes al cruzarse nuevamente cara a cara. 

¡¡¿Pero tu no estabas en Kuwait?!!

Krystle, que sería rubia pero no tonta –al menos en aquel primer episodio- se huele la jugarreta de Blake y no se la toma nada bien, así que cuando llega a la mansión no tiene el hornito para los preparativos de la boda. Pero allí le espera una marica mala un experto en ceremonias más impertinente que Eduardo Inda en una tertulia de la Sexta, un estirado que disfruta demostrando lo cateta que es la rubia y nueva rica, tanto a la hora de elegir las flores como la música. “¿La marcha nupcial? Pero cual… ¿la de Mendelsson o la de Wagner?”  le pregunta el irritante organizador.  “¿Una es mejor que la otra?” pregunta la pobre Krystle, a lo que la marica mala -con la misma mueca de asco que el "niño diva"- responde “¡Ninguna es muy original!”. Afortunadamente para ella, el bueno de Steven, que ha escuchado todas las impertinencias, acude al rescate de Krystle y se ocupa de todo, poniéndolo en su sitio. ¡Steven empezaba a caernos bien!

 "Bajahumetor"  Antes y Después. ¡Resultados garantizados!

Cuando Blake llega a casa ve que Krystle ha llamado un taxi tras el numerito de la oficina, necesita tiempo para pensar antes de casarse con él, si es que lo hace, y como todo lo que hay allí pertenece a la Denver Carrington, incluido su coche, allí lo deja. Eso sí, nada le impide irse con el abrigo de pieles –que dudo mucho que lo pagase con su sueldo de secretaria. Está visto que los taxistas de Denver viven muy bien gracias a los Carrington, pero la vida de un magnate multimillonario del petróleo es dura… “¿Le pongo un whisky?” pregunta el mayordomo Joseph a su amo. “Mejor tres, uno por cada jaqueca” le responde Blake. 

El abrigo me lo llevo... ¡Que hace una rasca!

Pero Krystle no es el único problema para Blake, que sus hijos son de todo menos modélicos y aunque de momento pasa de Steven, su hija mimada Fallon volvía a casa para la boda tras pasarse por la piedra a todos los hombres que le apetecían, incluido un atractivo jugador de futbol en Grecia. Y para que no lo echase de menos ya tenía allí a un voluntarioso sustituto: el descarado chofer de su padre, Michael. Fallon acaba empapada… y no precisamente ante las insinuaciones de Michael, sino porque su caballo la tira al río. Paseando por el largo camino hacia la mansión, Blake le confiesa a Fallon que le gustaría que sentase la vagina cabeza, insinuándole cuanto le complacería que se echase un novio como Jeff Colby, el sobrino de su mayor rival y “amigo” Cecil Colby. “¿Ya has negociado el precio de la novia? ¿Que te van a dar por mi, dinero o un paquete de acciones?” replica la deslenguada Fallon, pensando acertadamente que más que un noviazgo esa propuesta le parece una fusión de empresas porque “ColbyCo es tan grande que hace que la Denver Carrington parezca una gasolinera”

 Papá me siento como si me estuvieses vendiendo al harén
del jeque por un barril de petróleo y una caja de puros.

Recordándonos que el título de la serie es “Dinastía”, Fallon le sugiere que siga la línea natural de sucesión y que sea su hermano Steven quien se ocupe de perpetuar el legado petrolífero de los Carrington, pero Blake no lo considera el heredero adecuado. Fallon no se rinde y le hace ver que en última instancia le queda Krystle, que le dará “buenos cachorros”. Un comentario que no le hace la menor gracia a Blake, exigiendole respeto hacia su futura mujer. Fallon, con un complejo de Elektra de manual, se marcha cabalgando y se lanza a los brazos del chofer en el garaje. 

Y es que Fallon no iba demasiado desencaminada, porque “el tiempo para pensar” que necesitaba Krystle lo ocupa sin perder un segundo en un encuentro con Matthew en medio de las montañas, (como si no hubiese un bar para hacerlo). Krystle le pregunta si todavía la quiere y él le miente, diciendo que no. Porque aunque no se hubiese mencionado antes resulta que el adultero Matthew tiene una esposa y una hija, y parece dispuesto a recuperarlas aunque su mujer Claudia haya pasado los últimos meses internada en un psiquiátrico y su hija adolescente Lindsay sea insoportable desde el primer minuto que la vemos. Cuando Matthew no encuentra a Claudia en el sanatorio lo primero que piensa Lindsay es que la loca se ha escapado –¡eso es amor filial!- pero en realidad es que le han dado el alta. Finalmente la encuentran en el bar donde trabaja como camarera y Matthew la convence para que vuelva a casa. ¡¡¡Mal hecho Claudia, acabarás de vuelta en el manicomio!!!

 Los Blaisdel: una familia feliz

Para mantener a su familia Matthew va a tener que trabajar más para la Denver Carrington, pero justo entonces llega un viejo amigo llamado Walter que quiere convencerle para que se asocie con él en la explotación de un pozo petrolífero por el que Blake también está interesado y que  hará suyo si Walter no encuentra ayuda para pagar sus deudas. Evidentemente a Blake no le hace ninguna gracia, vale que Matthew quiera quitarle a su mujer, pero que encima le quite el petróleo ¡Eso si que no!

Esa noche Fallon no disimula su alegría por no tener que compartir la mesa con Krystle durante la cena, por cierto, una mesa exageradamente grande para tres. Harto, no de comida sino de los comentarios de Fallon, Blake no tarda en levantarse.

 ¡Pápaaaaaaaaaaaaaaa, pásameeee el paaaaaan!

"Creo que sufrió un daño mental irreversible por respirar demasiado perfume barato” opina Fallon, a lo que Steven responde pidiéndole que le de una oportunidad a Krystle de demostrar sus “buenas cualidades”.  “Las tiene un perro de caza pero no querría que mi padre se casase con uno” contesta ella con esa inigualable lengua viperina que la convertía desde el primer episodio en nuestro personaje favorito. Otra cosa que Steven desearía es que su padre se dignase a hablar con él… ¡Pues sigue esperando, porque cuando lo haga no va a ser muy agradable Stevie! 
Blake no se ha ido a la cama sin cenar. Dispuesto a recuperar a Krystle sin más dilación sabe que no hay mejor forma de conquistar el corazón de una mujer que… ¡comprarle todos los ramos de una floristería y metérselos en el comedor de su pequeño apartamento para que no pueda dar un paso! 

¡¿Y ahora donde como?!

Y aunque se diga que el estómago es la mejor forma de conquistar a un hombre, Blake debe pensar que es válido también en el caso de una mujer de clase trabajadora porque la invita a cenar. Eso sí, la humilde Krystle insiste en que sea en un lugar barato, una manera sutil de decirle que el dinero no lo es todo. Un intento inútil, porque Blake está demasiado acostumbrado a que le salga el dinero por las orejas y aunque la complace llevándola a un chino, es uno de San Francisco, al que llegan… ¡¡¡en su jet privado!!! ¡Eso sí, la cuenta no llega ni a 20 dólares! Al final el plan le funciona, porque antes de que el avión aterrice en Denver, Krystle ya está decidida a casarse con el derrochón de Blake e incluso a firmar un acuerdo prematrimonial.

Decapitando a la novia de papá con mucha dulzura

Es precisamente en esa firma donde Fallon vuelve a brillar con su sentido del humor, tras robar la figura de azúcar de los novios de la tarta nupcial para decapitar de un mordisco a la novia y casi provocarle un infarto a la marica mala al organizador. Andrew, el abogado de la familia –aunque Fallon prefiera usar el italiano y llamarle “el consigliere de papá”- interrumpe los últimos arreglos de Krystle para que firme el acuerdo premarital. Fallon decide sacar de su ignorancia a Krystle con su particular estilo “es una especie de divorcio de un rico por adelantado”. Cuando Krystle titubea antes de firmar, Fallon sentencia “es como leer la Biblia, no trajiste nada a este mundo y es seguro que no podrás llevarte nada”.  Suficiente para que Andrew le pida amablemente que salga de allí, antes de que empiece a estrangularla.

 "Yo de tí lo firmaría porque si no no habrá ninguna boda"

Minutos antes de la ceremonia, Blake decide tener por fin esa charla pendiente con Steven. Le dice claramente que lleva viviendo a la sopa boba desde hace demasiado tiempo y quiere que de salida a todos esos conocimientos adquiridos en la universidad trabajando en la Denver Carrington. Pero Steven no es que no quiera trabajar, es que no está a favor de las grandes compañías petrolíferas que estrangulan a los consumidores y venden al país (y dan cargos a ex políticos, se podría añadir).  Blake se defiende como un tertuliano de Interconomia hablando de Podemos de esas acusaciones y le suelta que no acepta lecciones de moralidad de un homosexual. 


En realidad es muy sutil y aunque sorprendentemente no le llama “maricón” la sorpresa de Steven es mayúscula porque se queda sin palabras al verse sacado del armario. Blake se reblandece un poco, pero sigue haciendo gala de su retrograda homofobia cuando le promete que le ayudará a superar ese “sucio asunto” como si fuese un sarampión. Entonces es Steven el que saca su orgullo gay para responderle que no quiere cambiar ni “rehacer” su vida. Eso saca de sus casillas a Blake, que echa mano del sarcasmo y exclama que es una lástima que la Asociación Americana de Psiquiatría ya no considere la homosexualidad como una enfermedad… “Podría haber creado una fundación: el Instituto Steven Carrington para el tratamiento y estudio de los maricones”… ¡Ya nos extrañaba que tardase tanto en soltar la palabra! Y como tampoco quiere llegar tarde a su boda, se marcha dejando a Steven a solas con sus pensamientos. 

A diferencia de lo que suelen ser las bodas en series como esta, la ceremonia es preciosa y transcurre sin ningún problema (SPOILER: Que no se acostumbren, porque habrá más bodas y serán de lo más moviditas). 

Mientras los invitados hacen fila para felicitar a los novios, Fallon sigue empeñada en que Krystle conozca mejor a los amigos y conocidos de papá: “Ese es Bradley Milburn, mató a su mujer hace tres años, la estranguló con sus propias medias. Costó medio millón que saliera libre”. Podéis imaginar la cara de Krystle cuando el susodicho le planta un beso en la mejilla. La que no le hace ningún asco a los besos de los jugadores del equipo de futbol de Blake es Fallon, que se deja morrear efusivamente por los tres, uno detrás de otro, ante una sorprendida Krystle. Finalmente conocemos a los mencionados Cecil Colby y su sobrino Jeff, que tiene la pinta de ser todo un cretino. En cuanto puede, Fallon se libra de él y su aburrida chachara para jugar una partida de billar con su tío, que le parece mucho más interesante. 


A Cecil se le cae la baba viéndola y le dice que la ve dirigiendo la Denver Carrington algún día, pero Fallon le informa de una regla no escrita en la empresa de su padre: “en los puestos de responsabilidad no hay negros, ni judíos, ni esquimales, ni… mujeres”. Tanta conversación y adulación excita a Fallon, que decide cambiarse de ropa para irse con él a otro lugar más tranquilo. Cuando el chofer la espera desnudo en su bañera con una botella de champan y la invita a meterse dentro, a Fallon no le viene en gusto, así que cuando el empleado le hace chantaje Michael está a puntito de tragarse toda el agua de la bañera por su atrevimiento… ¡Con Fallon Carrington no se juega!

Mientras los ricos se divierten, los pobres tienen que hacerse la comida. Y Claudia no solo tiene que recoger los platos sucios y recoger toda la casa, encima tiene que lidiar con una torpe e irritante hija en la edad del pavo que no deja de llamarla “señora” y un marido que en vez de tratarla como a una esposa le tiene compasión. Así que cuando dos testigos de Jehova llaman a su puerta insistentemente para preguntarle “¿Sabe dónde va a pasar la eternidad? ¿Cómo sabe que no va a ir al infierno?” aplaudimos su respuesta: “¡Porque yo ya he estado allí!” antes de darles con la puerta en las narices.

 Señores de Jazztel ¡Cuidado con molestar a Claudia!

¡Ekkkkkks que asco! ¡Que yo no me caso!

Justo cuando Blake y Krystle están a punto de marcharse en su luna de miel con el tradicional lanzamiento del ramo de novia –que recoge Fallon pero lo rechaza como si fuese un gato muerto para tirarselo a Steven, con la consiguiente mofa y befa de los invitados- Walter se cuela en la mansión, furioso porque sabe que Blake ha saboteado su pozo y uno de sus trabajadores está en el hospital. Pero colarse en una mansión y en medio de una boda como esa es toda una provocación, así que los guardias de seguridad le echan encima a los dobberman, que le atacan ante las miradas horrorizadas de Krystle y el resto de invitados. 
Señores de Jazztel ¡Cuidado con colarse en la mansión Carrington!

Y por si sus dentelladas no son suficiente castigo, los hombres de Blake le dan una paliza en el garaje. Menos mal que Steven avisa a Matthew por teléfono y este llega a tiempo de detenerlos. Blake interviene, dispuesto a comprar el pozo, pero cuando Walter está a punto de acceder, Matthew le hace cambiar de opinión y deja la Denver Carrington para convertirse en su socio, diciéndole a Blake que a partir de ahora deberá excavar sus pozos él mismo “y reventar”.  Krystle aparece en ese momento y Matthew le desea que sea muy feliz, pero Blake le asegura que será él, como su nuevo esposo, quien le dará esa felicidad. ¿De verdad?

 CONTINUARÁ…